sábado, 21 de febrero de 2009

Subterfugio

Él ignora la etiqueta de extraño, pero coincide en que tiende a mantenerse distante a los conflictos. Siempre sereno, analítico y metódico. Racionalidad extrema. Espera sin miedos y no se aturde.
Esta vez algo es distinto. Tiene un nudo en el estomago. Empieza a escribir y su teclado parece un piano. La llovizna de letras va creando una linea discreta que se ensancha en el espacio. Los segundos se suceden y las palabras van siendo rimas asonantes sin pausa, que le ayudan a separar su cuerpo de hombre del espíritu de niño, y a macerar el dolor y la angustia en su silencio.
Recuerda cuando esta mañana pasó quince minutos de pie, en silencio y absolutamente solo. Aprovechó el espacio para hacer una introspección incómoda. Su inconsciente barajaba múltiples hipótesis, hasta que el golpe de sinceridad le hizo entender que el peor de los casos era posible. Reaccionó, y conteniendo la ira susurraba asegurando no creer en nada, pero al abrir los ojos no pudo evitar buscar una nube blanca en el cielo para pedirle que le echase una mano.
Ahora ya asume que está asustado.

Está tranquilo, pero no consigue reconocer sus ojos enrojecidos en el espejo del lavabo. Se da cuenta que únicamente se puede perder en ese maldito gambito innegociable, y que solo está en su mano salir a delante, como precisamente ella ha hecho siempre.

Enric