miércoles, 9 de abril de 2025

Safe House

Nuestra safe house estaba en la cima de un bloque de apartamentos cerca del centro de la ciudad. Operábamos disfrazados de oficina de comercio exterior. Hacía tiempo que nos habíamos desplegado en la zona actuando con cobertura diplomática y cumplíamos con creces el target de captar colaboradores descontentos con el régimen, mientras que financiábamos a las milicias locales para mantener el desequilibrio en el poder.

Una operativa de acción encubierta tan cercana a la población nos impedía muchas veces portar armas, así que únicamente nos podíamos servir de las contramedidas para movernos por el territorio como lo hacen las lagartijas en el jardín de tu casa, con agilidad y cautela.

Mientras llevábamos a término la tarea colosal de captar informadores, entre la misión y los viajes en avión a los países fronterizos para contactar con disidentes, pasaban los meses, y nuestros matrimonios se veían afectados. S0da se había divorciado de la primera mujer, mi matrimonio daba los últimos coletazos, y Rick hacía días que se había enterado de una de las infidelidades de su esposa. Asumíamos que nuestro trabajo exterior tenía un beneficio para nuestro país, pero un coste insostenible para nuestras vidas.

Nos vendieron, algún hijo de puta dió el soplo. Recuerdo exactamente el instante en que se desencadenó la desgracia. El vigía del sobreático hizo parpadear las luces de la entrada de la finca, indicando que había alguna amenaza cerca. S0da, Rick y yo nos acercamos a la puerta rápido, pero una camioneta pasó a gran velocidad y soltó una ráfaga con un rifle automático, seguramente una AK del 7.62, de las que nosotros mismos hicimos llegar a las guerrillas locales para que cometiesen el anterior golpe de Estado. Fue rapidísimo, sucedió en dos segundos. Oímos silbar cerca de nuestros cuerpos los cinco o seis proyectiles, y Rick se desplomó al suelo. S0da le agarró el brazo izquierdo y lo pasó sobre su cuello, y yo hice lo mismo con el derecho, e intentamos subir la escalera para llegar al ático, pero era demasiado tarde.

Rick, entre espasmos y balbuceos, soltó un "estoy jodido", porque tenía conocimiento de heridas por arma de fuego, y al ver que no sangraba, sabía que en cuestión de segundos iba a morir de asfixia por su propia sangre encharcada en el pulmón.

Ese fue el instante de su adiós, y pronunciándolo como pudo, nos soltó un "Decidle que la quiero, que el engaño y el orgullo ya no importan, y que con un 'siento haberte hecho sufrir' me bastaba...", y en ese momento Rick cerró los ojos para siempre.


Enric

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