El verano ya está aquí y los días transcurren bajo un silencio social fabuloso. Me dedico a cocinar para los niños, rematar las asignaturas del máster, y me someto a una sordera ambiental extrema que sólo permito que rompan la gente más cercana y algún contacto puntual con compañeros de trabajo. Sobrevivo aletargado con el ritmo mental del Above de los Mad Season, a los que su lifetime fugaz les reservó un espacio en el rincón más épico del firmamento.
Creo que sueño con ella porque mi mente proyecta nuestro fin de semana, pero de repente mis hijos me despiertan de la siesta porque quieren ver una película de Star Wars, con lo que terminaré en el sofá cabeceando y cerrando los ojos de nuevo porque hoy tampoco he dormido más de 4 horas.
Todo se repite, el día ha transcurrido y de nuevo no puedo dormir y escribo. Reflexiono sobre si lo que plasmo en el blog va permanecer inmortal y olvidado, o si en algún momento va a desaparecer para siempre. Dudo sobre si queda algo del amor del que no escribí nunca nada, porque éste ya ha muerto, o si ahora amo porque hay algo capaz de retener ese stream of consciousness que se precipitaba sin freno, haciéndome escribir de nuevo, y que me lleva a no comprender como he vivido tanto tiempo sin necesitarla.
Enric
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