jueves, 3 de abril de 2008

Capítulo I.- Estruendo

Empiezan a andar y bajan por una calleja estrecha hasta llegar a Via Laietana, tuercen a la altura de la estatua del hombre a caballo en dirección al mar. Allí, entre el río de gente, solo sobresalen los colores vivos de las casetas del mercadillo musulmán, que en los últimos años se ha hecho con el publico de la ciudad condal. Son barracas separadas por escaso espacio, hechas con lonas parcheadas con ropas viejas. Llenan de colores y aromas exóticos el barrio viejo de una ciudad que nunca descansa, y donde cualquier persona, con un poco de astucia, dialogo, y algunas monedas en los bolsillos, puede encontrar cualquier producto o objeto por extraño que sea.
Andan por la acera de la derecha, y durante los escasos doscientos metros hablan y se ponen de acuerdo mientras se cruzan con gente de distinta índole.
Debaten sobre como hacer el trabajo. Las premisas son comunes para ambos. Nada de escenas extrañas ni movimientos bruscos. No habrá pausa alguna, la intervención tendrá una resolución sencilla, algo fugaz. Tan fácil como subir los dos peldaños y abrir la puerta.
Hendrike agarra el tirador de la puerta, y le recuerda a S0da los pasos a seguir:
- Recuerda, si pregunta: venimos de parte del viejo Prawn. Sólo queremos las dosis de cristales de anfeta. Nada de nervios. No robes ni un paquete de chicles. Si tiene preguntas que se joda. Prawn está de viaje, que no intente contactar con él.
S0da parece relajado, gesticula un poco como si quisiera mandar a Hendrike al garete.
Sin muchos tapujos le contesta: - traquilo, antes de hacer trabajos siempre me tomo una de Prozac y una de Valium.

Enric