martes, 1 de octubre de 2013

Maldades

Son los mismos; siempre se mueven espectrales entre la gente. Evolucionan como una mancha en una pared que cuando quieres limpiar se desvanece para nacer de nuevo en otro lugar igual de desagradable.
Es imposible reconocerlos. Un blur irónico empaña sus rostros permanentemente durante las horas de trabajo. Son solo candidatos para algo hipotético que quizá no vaya a suceder nunca. Las gestiones y movimientos de información buscan esclarecer detalles apenas apreciables en los sucesivos visionados de imágenes. Parecen tener de su parte a una sombra que oscurece la verdad para hacerla inaccesible.
Prevalecen el estupor y la percepción parcial de moverte a tientas en un ambiente lúgubre de oscuridad nigérrima.
La búsqueda de la verdad hace que el marrón en sus mil tonalidades siempre aflore hacia el rojo sangriento del empapelado kitsch de las paredes de la oficina, formado por polaroids en primer plano con rostros desencajados por el dolor del fracaso y el tiempo.
Fluyen imágenes superpuestas de gente anónima, vehículos que parecen ser twins en lugares donde nadie ha visto nada y números con nombre propio. Al final educas a tu retina para discriminar actitudes extrañas y caras que luchan por no haber existido, que saben que en el anonimato radica el poder de lo subversivo; pero sabes que la tolerancia a la frustración es perseverancia, porque vencerá quien sepa jugar cualquier carta.
Lo que queda al final es tan cierto como la ira que sientes como una herida propia, que se convertirá en su ineludible derrota.

Enric

miércoles, 13 de marzo de 2013

Home

Las casas bajas del barrio, con sus jardines y enredaderas que usamos para separarnos de la calle, están empapadas tras la lluvia. Todas tienen el tejado mojado que resalta ese granate arcilloso mediterráneo. Bajan las temperaturas pero tengo que irme: Mi maldito rough actitudinal, y todo lo que conlleva. Aunque sea miércoles y no haya pan para el bocadillo algo encontraré en la nevera antes de escapar. 
El sonido de la lluvia encharcando el patio se mezcla con el desaliento al oír las noticias de fondo: La inmensa bola de lodo que compartimos a la que llamamos mundo está jodida, y el desahucio social al que sometemos a la mayoría de gente pobre es una auténtica crueldad. Somos cómplices. No existirán jamás las sociedades perfectas, verdad?
La música se entrecorta, no puedo gravar el texto del blog. La cadencia del la nota de la guitarra marca un tempo espectacular. Los downloads a full para consumir como un auténtico yonki audiovisual. Otra vez lo del amor y el paraíso, te repites - no sabes donde vives -, y al final lo único que compensa es una sonrisa y un oh daddy, que te hace entender que todo lo que has hecho hasta ahora ha valido la pena.
Surge un - Quizá yo sea distinto - que desaparece fugaz: para muchos la vida es una mentira, lo único que les importa es que al final las cosas aparenten tener sentido, aunque reconozcan en su interior el avergonzarse de si mismos viviendo en un permanente ridículo.
Cuando levanto la vista percibo la silueta de un hombre algo envejecido con un abrigo azul mirándote a un palmo de la ventana: Es mi padre, el jefe. Lleva un paquete debajo del brazo. Estos instantes parecen una escena de Wes Craven: Vives el transcurso de tu vida bañado en un ambiente de sordidez absoluta, hasta que reaccionas con impacto visual que te desorienta.

Enric