No hay soundtrack para este relato porque el final de la historia sucede en absoluto silencio.
Sólo rompe su oscurecer el doble parpadeo de los intermitentes y el ligero martilleo del seguro del coche. Los vehiculos aparcados en esta inmensa cuesta recorren de punta a punta y hacia atrás la ventana en un instante, hasta que abrocho el cinturón y me centro en conducir no demasiado deprisa.
Escapo mientras aún es oscuro; muchas veces apago la música y apoyo la cabeza en el asiento imaginando viajar en un tren que me lleve a un final que linde con algo hermoso.
Pero con tu recuerdo anochece; y con la despedida del día empieza la andanza de otra jornada hacia algún lugar que desconozco.
Desenfocado y movido, como un espectro, apareceré en alguna de esas imágenes que mi amigo Iván intentó captar junto a la ventana, con los settings ajustados por mí un rato antes para otro ambiente que quise llevarme con mi Nikon; mientras no podía dejar de pensar en mi silencio, que es el mismo al que acusabas de alejarme, y es aquello que dejamos a medias la última vez que te vi llorar mientras nos despedíamos por teléfono, para no hablarnos nunca más.
Enric